No hay una sola manera de traducir: el Quijote y la mirada del traductor
¿Traducir significa simplemente cambiar un idioma por otro? Si hay un ejemplo que desmonta esa idea por completo es el de Don Quijote de la Mancha. Más de cuatrocientos años después de su publicación, la novela de Cervantes sigue provocando versiones que, sin traicionar el texto original, revelan la enorme diversidad de enfoques que puede tener una misma obra.
Un clásico, múltiples lecturas
En TRIDIOM lo decimos con frecuencia: traducir no es copiar palabras, es trasladar intenciones, estilos y contextos. Y nada lo ejemplifica mejor que las distintas versiones neerlandesas del Quijote. La primera traducción fue en 1657. Pero en el siglo XX aparecieron dos ediciones muy distintas entre sí: la de 1941, firmada por Werumeus Buning y van Dam, y la de 1997, obra de Barber van de Pol.
Ambas traducen el mismo texto, pero el resultado es radicalmente diferente. ¿Por qué? Porque no hay una única forma de entender qué significa "traducir bien".

Académica o ilustrada: dos visiones de un mismo texto
La versión de 1941 responde a una visión académica, minuciosa. Los traductores incluyeron una introducción detallada, un aparato crítico riguroso y múltiples notas al pie. Quisieron que el lector neerlandés no solo leyera a Cervantes, sino que lo entendiera desde el punto de vista filológico e histórico.
Cincuenta años después, Van de Pol ofreció algo completamente distinto: una traducción ágil, literaria, acompañada de las ilustraciones de Gustave Doré. En lugar de un aparato académico, optó por una narración que se sostiene por sí sola, sin notas ni explicaciones. Y el resultado fue una novela que se siente tan actual y viva como el original. Puedes ver algunas de estas ediciones ilustradas en el Banco de imágenes del Quijote.
La traducción como elección consciente
La diferencia no está en la fidelidad al texto, sino en la intención del traductor. Uno quiso acercar a Cervantes como objeto de estudio. El otro, como experiencia de lectura. Y ambas versiones son válidas, legítimas y valiosas. Este ejemplo nos recuerda que cada traducción es el producto de un contexto, una época, una cultura. Lo que hoy buscamos en un texto no es lo mismo que hace medio siglo. Y por eso en TRIDIOM tratamos cada encargo como único. Porque no hay dos clientes iguales, ni dos lectores iguales, ni una sola manera de traducir.
Si te interesa explorar más sobre cómo las retraducciones reflejan el cambio de época, te recomendamos este artículo académico sobre retraducción de clásicos.

Lo que hacemos en TRIDIOM
En nuestros proyectos, valoramos la finalidad del texto, el perfil del lector, el tono deseado y hasta el canal de publicación. Una traducción jurada no se aborda igual que una web de moda, un contrato no se trabaja igual que un poemario. Nuestro equipo analiza cada texto como los traductores del Quijote: con respeto, criterio y una mirada afilada para decidir cómo hacer que el mensaje cruce fronteras sin perder fuerza. Puedes ver cómo lo hacemos en nuestra página de traducción especializada.
Conclusión: traducir es elegir
Traducir no es una ciencia exacta. Es un acto de interpretación. De decisión. De estilo. Y eso es precisamente lo que lo vuelve tan fascinante.
En TRIDIOM lo tenemos claro: cada proyecto requiere una estrategia distinta, porque cada texto tiene su propia voz. Y nuestro trabajo consiste en mantener esa voz viva, en otro idioma y otro contexto. Si quieres que te ayudemos con tu próximo proyecto, puedes contactarnos aquí.
Porque traducir no es solo decir lo mismo en otra lengua. Es decirlo bien.