El sector de la traducción e interpretación es uno de los pocos en los que la tasa de mujeres es superior a la de hombres.
Según estudios publicados por la Unión Europea, casi un 65% de los estudiantes de traducción en Europa son mujeres, y en España llegan hasta el 69%. Además, señalan que la traducción es una de las pocas profesiones que ofrece igualdad en la remuneración para mujeres y hombres, en contra de las estadísticas que señalan que la brecha salarial entre géneros en Europa supera el 16%. Lo mismo ocurre con la traducción jurada.
Muy seguramente sea debido a que históricamente es un sector que contó con mujeres. En Occidente, durante la Edad Media y el Renacimiento, la traducción fue una de las pocas prácticas socialmente aceptables para ellas, aunque sólo estaban autorizadas a traducir textos religiosos y sólo algunas mujeres muy influyentes lograban poder desempeñar esta función. Ese sería el caso, por ejemplo, de Mary Herbert (1561-1621), condesa de Pembroke, que al no poder componer obras literarias, se dedicó a la traducción de obras como The Tragedy of Antony (1595) que muestra una imagen positiva de Cleopatra; o de Margaret More Roper (1505-1544), hija de Tomás Moro.
Hace ya casi una década, el experto en historia de la traducción Jean Delisle advertía un creciente interés por reconstruir la genealogía feminista de la traducción encaminado, sobre todo, a la recuperación de figuras relevantes de traductoras y teóricas. En efecto, diferentes congresos sobre el papel de las traductoras en la historia celebrados en los últimos años atestiguan este interés, a los que han seguido numerosos artículos de investigación publicados en revistas académicas e incluso monografías como Portraits de traductrices, editada por el mismo Delisle y ganadora del premio otorgado por la Canadian Association of Translation Studies al mejor libro del año.
En España, pocos son los estudios que han profundizado sobre el papel de la mujer en la traducción, pero sí se destacan nombres como Isabel de Correa, la primera traductora española de la que tenemos noticia, que además fue poetisa sefardí hacia 1659, cuya obra podemos encontrar en la Biblioteca Nacional con el título El Pastor Fido, Poema de Baptista Guarino. Traducido de Italiano en Metro Espafíol, y illustrado con Reflexiones por D.” Isabel Correa. Dedicado a D. Manuel Belmonte, Barón de Belmonte, Conde Palatino, JI Regente de su Majestad Católica.
En el siglo XIX, con la incorporación masiva de la mujer a la escritura, pasan de la treintena las que, junto a su obra de creación, realizan la labor de traductoras. Figuras de primer orden como Gertrudis Gómez de Avellaneda, que vierte al castellano del francés a Dumas padre, G. Lemoine o Víctor Hugo; Fernan Caballero (pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber y Larrea), a Madame Stael y Lammenais, Emilia Pardo Bazán, del alemán a Heine y del francés a E. Goncourt; y Faustina Saez de Melgar, a Pierre Zaccone o F. Brener, Julia Asensi a Gautier, sirven de ejemplo.
El sector de la traducción profesional en España se ha ido feminizando en las últimas décadas y como decíamos en las primeras líneas, es un ejemplo de igualdad. Sin embargo, esta mayor implicación laboral de las mujeres no conlleva una mayor visibilidad. Por poner un ejemplo, en los Premios Nacionales a la Mejor Traducción (1984-2009), de los 27 galardones otorgados, sólo 4 fueron para traductoras.
En traducciones TRIDIOM, no sólo apostamos porque el sector de la traducción e interpretación sirva de ejemplo para otros sectores donde las mujeres siguen luchando por la igualdad de condiciones respecto a los hombres, sino que reclamamos mayor visibilidad y reconocimiento al trabajo de las traductoras de la historia y de la actualidad.